En nuestro escrito titulado: Haití, en la inestabilidad y la mirada miope de la comunidad internacional, referimos que “la solución a la crisis del pueblo haitiano no es responsabilidad exclusiva de la República Dominicana, siempre debemos ser solidarios con ellos ante el drama humano que viven, sin dejar de seguir alzando la voz para que el mundo mire hacia Haití con la compasión debida, y los ayude”.
Sin embargo, a inicios de este año 2023, aún persiste la violencia urbana, el control de las pandillas en Puerto Príncipe y la inestabilidad política, agravado con la crisis humanitaria por la escasez de alimentos y el resurgimiento del cólera. Esto hace cada vez más difícil una transición democrática, y inminente una intervención militar internacional que al final va a hacer resurgir y recordar las atroces deficiencias de una oscura gestión y salida a destiempo de la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (Minustha o cascos azules), sin un control previo en materia de seguridad y defensa, generando más inestabilidad e incertidumbre.
Esta situación no solo afecta la seguridad y la defensa del pueblo dominicano, lo que ha sido abordado constante e intensamente por nuestras autoridades, para impedir los efectos directos de esta crisis que retrata la migración descontrolada y el tráfico de armas y sustancias controladas a través de la frontera.
Durante los años comprendidos entre 2018 al 2021, El Estado dominicano destinó de su presupuesto casi 49.1 millones de pesos diarios para vigilar, controlar y cuidar nuestra frontera, lo que significa que casi 18 mil millones de pesos de nuestro presupuesto anual se invirtieron en seguridad y defensa en esta parte del territorio. En adición a la inversión de 1,750 millones de pesos para los inicios de la construcción de la verja perimetral en la frontera con Haití en el año 2022.
Sin dudas, la República Dominicana en su misión constitucional de preservar la integridad y estabilidad de su territorio, hace grandes esfuerzos con el presupuesto de la nación, producto de la inestabilidad política, económica e institucional que afecta a Haití por los riesgos que esto conlleva para la nación.
Es por esto, que la comunidad internacional, en una mejor y valorada acción, debe contribuir y sumar sus esfuerzos para contrarrestar los efectos que han colocado al primer país de Latinoamérica en obtener su independencia, en un laberinto perdido, de negación de los derechos humanos, violencia sistemática e incesante inseguridad que pone en peligro la vida y la integridad física de sus ciudadanos.
En fin, dada la experiencia de la sombra de las intervenciones internacionales en Haití, que desde siempre ha protegido las elites políticas y económicas, la comunidad internacional debe intensificar sus esfuerzos, para que con un espíritu solidario Haití salga de su laberinto político y se pueda contribuir a su estabilización, por la vía democrática, para preservar la seguridad, y la paz de nuestros pueblos.